jueves, 9 de junio de 2011

CÁRITAS

Cuando fuimos a la visita a caritas , aprendimos varias cosas que nos pueden cambiar la vida a mejor.
Y hemos visto que caritas no es como pensábamos, sino que en vez de dar comida a los necesitados asi como asi, pues les ayudaban a subsistir, de otras maneras, y les ayudan a buscar trabajo, o a ir a formarse en escuelas, tanto adolescentes, como adultos. también se enseña, que los problemas no se resuelven solos, sino que se resuelven mucho mejor con compañia, y de eso se encarga cáritas, en dar el bien a los demas ya sea, para comer en el dia a dia, para dejar la droga, o muchos otros problemas.

jueves, 19 de mayo de 2011

TRABAJO

¿El trabajo es un derecho de todos los seres humanos? ¿Estás de acuerdo con que el trabajo es un bien para todos y el paro es un mal? ¿Lo que dice Juan Pablo II en este texto sirve para todos, sean cristianos o no? 
Si, es un derecho de todos. Si, estoy completamente de acuerdo. Si, sirve para cualquier persona, de cualquier religion, o etnia.


¿Es un trabajo el que no está remunerado como el de un ama de casa o un voluntario? ¿Se te ocurre algún otro trabajo por el que no se cobre?
Si, es un trabajo aquel que se paga adecuadamente, como el que no. El ayudar a los demas voluntariamente, conmo los voluntarios de la JMJ.
 


¿Estudiar se puede considerar un trabajo en tu caso?
Si, en ese momento no se cobra, pero te sirve para tener un trabajo mas adelante, es una preparacion de la vida laboral.
 

jueves, 5 de mayo de 2011

Los valores del deporte

Las virtudes de la doctora Eider Elizegi, bajo mi punto de vista, es la sencillez, y el valor que tiene dejar un trabajo tan importante, como es el suyo, para irse a la montaña, viajando y viviendo en una furgoneta. Aveces te enseña mas tener pocos recursos, que otras muchas cosas.

EL TRABAJO Y EL CRISTIANO

JUAN PABLO II escribió un documento sobre el trabajo, llamado Laborem exercens. Veamos algunas de sus palabras:

La intención fundamental y primordial de Dios respecto del hombre, que Él «creó... a su semejanza, a su imagen»,15 no ha sido revocada ni anulada ni siquiera cuando el hombre, después de haber roto la alianza original con Dios, oyó las palabras: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan»,16 Estas palabras se refieren a la fatiga a veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo humano; pero no cambian el hecho de que éste es el camino por el que el hombre realiza el «dominio», que le es propio sobre el mundo visible «sometiendo» la tierra
Esta fatiga es un hecho universalmente conocido, porque es universalmente experimentado.
Lo saben los hombres del trabajo manual, realizado a veces en condiciones excepcionalmente pesadas. La saben no sólo los agricultores, que consumen largas jornadas en cultivar la tierra, la cual a veces «produce abrojos y espinas»,17 sino también los mineros en las minas o en las canteras de piedra, los siderúrgicos junto a sus altos hornos, los hombres que trabajan en obras de albañilería y en el sector de la construcción con frecuente peligro de vida o de invalidez. Lo saben a su vez, los hombres vinculados a la mesa de trabajo intelectual; lo saben los científicos; lo saben los hombres sobre quienes pesa la gran responsabilidad de decisiones destinadas a tener una vasta repercusión social. Lo saben los médicos y los enfermeros, que velan día y noche junto a los enfermos. Lo saben las mujeres, que a veces sin un adecuado reconocimiento por parte de la sociedad y de sus mismos familiares, soportan cada día la fatiga y la responsabilidad de la casa y de la educación de los hijos. Lo saben todos los hombres del trabajo y, puesto que es verdad que el trabajo es una vocación universal, lo saben todos los hombres.
No obstante, con toda esta fatiga —y quizás, en un cierto sentido, debido a ella— el trabajo es un bien del hombre. Si este bien comporta el signo de un «bonum arduum», según la terminología de Santo Tomás;18 esto no quita que, en cuanto tal, sea un bien del hombre. Y es no sólo un bien «útil» o «para disfrutar», sino un bien «digno», es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta. Queriendo precisar mejor el significado ético del trabajo, se debe tener presente ante todo esta verdad. El trabajo es un bien del hombre —es un bien de su humanidad—, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido «se hace más hombre».

jueves, 17 de marzo de 2011

CARDENAL CISNEROS

Nació en Torrelaguna[1] en 1436, hijo de hidalgos pobres. Posiblemente fue enviado a la cercana villa de Alcalá de Henares en su adolescencia a hacer estudios de gramática; los continuó en el Colegio Mayor de San Bartolomé en Salamanca; de allí pasó a Roma en donde fue ordenado sacerdote.
Tras el fallecimiento de su padre regresa a España y consigue el arciprestazgo de Uceda, enfrentándose con el arzobispo de Toledo, lo que significó el encarcelamiento de don Gonzalo por el arzobispo Carrillo durante algunos años. A pesar de su reclusión, Cisneros no renunció a su cargo, en el que fue mantenido por el cardenal Gónzalez de Mendoza, aunque el encierro debió de durar poco tiempo según se deduce en algunas biografías, pues poco después, en 1478, Cisneros era capellán mayor de la catedral de Sigüenza.
Sufrió una profunda crisis espiritual que le llevó a entrar en la orden de los franciscanos; fue entonces cuando sustituyó su nombre de Gonzalo por el de Francisco en honor a San Francisco de Asís. Se encerró en el convento de la Salceda y durante siete años llevó una vida monacal.
De allí lo sacó la Reina Isabel (Isabel la Católica) en el año 1492, tras convencerle de que aceptara ser su confesor, siguiendo los consejos del entonces arzobispo de Toledo, el cardenal González de Mendoza, primer protector de Cisneros.
Fue nombrado provincial de la orden franciscana y acometió en ella una profunda reforma; más tarde reformó el clero secular.
A la muerte del cardenal Mendoza en 1495, fue nombrado arzobispo de Toledo, lo que en la Baja Edad Media era ostentar el mayor poder tras La Corona, al ser Primado de España.

Personaje político

Isabel la Católica tuvo en Cisneros no sólo un confesor, también un consejero. Al morir la reina, Juana I de Castilla y su esposo Felipe de Habsburgo fueron nombrados reyes de Castilla. El 24 de septiembre,[2] un día antes de la muerte de Felipe I, los nobles acordaron formar un Consejo de Regencia interina para gobernar provisionalmente el reino[3] presidido por Cisneros y formado por el Almirante de Castilla, el Condestable de Castilla, Pedro Manrique de Lara y Sandoval duque de Nájera, Diego Hurtado de Mendoza y Luna duque del Infantado, Andrés del Burgo embajador del Emperador, y Filiberto de Vere, mayordomo mayor del rey Felipe.[4] [5] La nobleza y las ciudades contendieron acerca de quien debiera desempeñar la Regencia pues unos querían al emperador Maximiliano y otros a Fernando el Católico. Sin embargo la reina Juana trató de gobernar por sí misma, revocó e invalidó las mercedes otorgadas por su marido, para lo cual intentó restaurar el Consejo Real de época de su madre.[2] [6]
Sin consultar a Juana, Cisneros acudió a Fernando el Católico para que regresara a Castilla.[7] Pero a pesar de los intentos de Cisneros, nobles y prelados, la reina no reclamó a su padre para gobernar[8] y de hecho llegó a prohibir la entrada del arzobispo a palacio.[9] Para dar legalidad al nombramiento de regente a Fernando el Católico, el Consejo Real y Cisneros buscaron encauzar el vacío de poder con la convocatoria de Cortes, pero la reina se negó a convocarlas, y los procuradores abandonaron Burgos sin haberse constituido como tales.[10]
Tras regresar de tomar posesión del Reino de Nápoles, Fernando el Católico se entrevistó con su hija el 28 de agosto de 1507,[11] y volvió a asumir el gobierno de Castilla. En diciembre de 1509 pactó con el emperador la renuncia de las pretensiones imperiales de regencia en Castilla, y en las Cortes de 1510 le ratificaron como regente.[12]
Agradecido con Cisneros, el Rey Católico le consiguió el capelo cardenalicio. Entre 1507 y 1516, aun con extremadas dificultades, Cisneros y el rey Fernando consiguieron devolver un tanto el prestigio que la monarquía había perdido.[13] Se renovó el entusiasmo conquistador, desempeñando Cisneros un papel importante en conquista de Orán, al igual que en los tiempos de Isabel la Católica había participado de manera activa en la conquista de Granada.
Muerto Fernando el Católico, por disposición testamentaria, Cisneros queda constituido nuevamente como Regente del Reino de Castilla hasta que el joven príncipe Carlos, que se encontraba entonces en Flandes, viniera a España para ocupar el trono. En esta etapa de casi dos años, Cisneros, que contaba ya con ochenta años, mostró de unas dotes políticas y una habilidad para gobernar extraordinarias. Supo hacer frente a un clima interior extremadamente inestable, con los nobles castellanos ávidos de recuperar el poder perdido, así como a las intrigas de los que pretendían sustituir en el trono español a Carlos por su hermano Fernando, que había sido educado en España por Fernando el Católico. Los acontecimientos se desbordaron y Carlos fue proclamado en Bruselas rey de Castilla y Aragón en un acto que se podría asemejar a un golpe de Estado, pues la reina legítima era Juana y nadie había proclamado su destitución. Sin embargo, Cisneros se advino a los hechos de Bruselas y envió emisarios a Flandes urgiendo la inmediata presencia de Carlos como único medio de parar las inquietudes de rebelión que corrían por el reino. Así pues, de facto había dos gobiernos: el de la corte de Bruselas y el de Cisneros en Castilla.[14]
Cisneros murió en Roa cuando se dirigía a recibir al futuro Carlos I de España.

LABOR DE CARDENAL CISNEROS
Durante su vida participó, en mayor o menor medida, en todo lo que se hizo durante el reinado de los Reyes Católicos y contribuyó de forma decisiva a la configuración del nuevo estado. Reformó la vida religiosa que había caído en una gran relajación moral y una variedad intelectual. Supo ver que toda renovación empezaba por la educación y, sin ser un erudito, fundó en Alcalá de Henares una de las instituciones que más ha influido en la cultura española: la Universidad Complutense de Madrid.
Frontispicio original de la Biblia políglota complutense, portando los escudos de armas de Cisneros.
La universidad fue fundada en el año 1499 a partir del antiguo Studium Generale de Alcalá de Henares, del que Cisneros fue alumno. La Universidad Complutense fue la primera universidad renacentista, humanista y universal. Cisneros fue consciente de la transcendencia de su fundación y no escatimó esfuerzos para dotar a su Colegio del marco urbanístico adecuado, de una buena financiación y de los mejores maestros de la época, por lo que la villa de Alcalá de Henares se vio enormemente beneficiada con ello. La primera piedra del edificio que lo albergaría la puso Cisneros el 14 de marzo de 1501; en 1508 comenzaron las clases y en 1510 dotó a su fundación de unas Constituciones. Cisneros dotó a la nueva Universidad de Alcalá con una magnífica biblioteca, donde un elevado porcentaje de libros versaba sobre ciencias naturales.
Además sustituyó el deteriorado templo medieval de San Justo por un bello edificio gótico. Se trata de la Iglesia Magistral de Alcalá de Henares (actualmente Catedral Magistral) situada en pleno centro de la ciudad, en la que se encuentra actualmente enterrado. No obstante, su rica sepultura obra de Domenico Fancelli se encuentra hoy día en la capilla de San Ildefonso, adscrita al antiguo Colegio Mayor del mismo nombre.

jueves, 10 de marzo de 2011

HAWKIN

 Hawking tiene toda la razón del mundo. No soy físico, pero me inclino a pensar que está en lo cierto. Los milagros no entran dentro del objeto propio de la física teórica, que es lo que parece dominar Hawking. En la práctica, sí se pueden ver los milagros. Dios los hace para que se vean. Que resucite un muerto es un hecho observable mediante los sentidos, y ha sucedido más de una vez, como constatan los Evangelios históricos en el caso de Lázaro, el hijo de la viuda... y hay muchos otros hechos milagrosos acontecidos y certificados a lo largo de los siglos, constatados incluso por científicos con el Nobel. Son hechos indeducibles a partir de leyes físicas; son intervenciones libres de Dios en la historia, en el espacio y el tiempo. No tienen “lugar” entre las leyes físicas. Ni la existencia de Dios ni su libertad, ni siquiera la libertad de las personas son hechos físicos deducibles de las leyes que rigen el universo material. Incluso el "ser" mismo de la persona es más que el "ser" del cosmos. Nuestra libertad es una experiencia viva. Quizá Hawking no ha reflexionado sobre ello y por eso cree que la libertad, pese a la evidencia, no existe y que todo está predeterminado por la materia. Hawking hace un acto de fe humana colosal en las posibilidades de lo material. Cierto que son maravillosas. Y ello es posible porque tienen lógica, son en muy buena medida predecibles, y por lo mismo son inteligibles y es posible la ciencia física.
Ahora bien, si el universo tiene lógica, hay un logos, una razón, una inteligencia fundante, a no ser que creamos en el cuento del caos como principio del orden, del azar como principio de la necesidad y de lo estrictamente increíble como negación de la Inteligencia Suprema. Superstición, decía el premio Noble John Eccles, que es todo ese galimatías de "círculos cuadrados", quiero decir, de contradicción en los términos. Las cosas son complejas pero más sencillas de lo que quiere establecer el ateísmo. Lo inteligible no crea inteligencia, la supone, si no, no sería inteligible.
Hawking parece creer que el cosmos no tiene inteligencia fundante. Entonces, la lógica del universo, que hace posible la ciencia cosmológica, carecería de fundamento racional. Tendríamos que asirnos a la lógica materialista. ¿Con qué fundamento? ¿Sin ningún fundamento racional? ¿Con un "porque sí"? Esto sería el acta de defunción de la ciencia.

Por otro lado, ¿hay alguna razón - razón, digo, logos, lógica, principio y fundamento- que demuestre la no existencia de Dios? ¿Cómo podría demostrarse? Sólo si se tiene de Dios una idea contradictoria: yo me formo una idea contradictoria de Dios y luego digo: Dios es contradictorio en sí mismo, luego Dios no puede existir. Es lo que hizo por ejemplo, Sartre, como parece hacer Hawking y tantos otros. El famoso Dios “tapa-agujeros”. Claro es que no existe un Dios tapa-agujeros. Eso es un constructo humano. Pero ese Dios no es el Dios vivo que se ha autorevelado en la tradición judeocristiana, ni el llamado por Pascal "Dios de los filósofos". Yo creo en Dios Padre Todopoderoso creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible, de los físicos y de los filósofos. ¡De lo invisible también! Como los microbios increíbles ¡invisibles! de Pasteur, ¿recuerdan? No le creían porque nadie los había visto. Hawking no ha visto milagros. Otros los han visto. La Física no contempla entre sus objetos a Dios. PORQUE NO ES UN OBJETO FÍSICO, como las almas inmortales, como los ángeles, espíritus puros, como el pensamiento libre que puede negarse a sí mismo en una letal pirueta circense. ¿Porque esas otras realidades no son visibles, experimentables, reproducibles en el laboratorio? Porque son superiores a las físicas. Por poner un ejemplo pobre pero ilustrativo: el planeta Marte no se puede ver con un microscopio, porque es mucho más grande que el campo del microscopio.
En cambio hay una ciencia que Hawking parece desconocer, porque cree que todo es física, como el zapatero que pensara que toda la ciencia es zapateril; como si no hubiera otros modos y métodos, otras ciencias aptas para acceder a la realidad. Justamente hay una ciencia que viene cultivándose hace más de 25 siglos y atiende por el nombre de «metafísica»: «meta-física». En informática se habla de "meta-datos". "Meta", lo que no se ve a simple vista, sin ser esotérico, está ahí, en las páginas web, en los blogs, al alcance de todos los buscadores, hace posible la búsqueda eficaz, el encuentro de los datos. La ciencia física es posible porque hay otra ciencia, que incluso a nivel elemental poseemos todos, la "meta-física". Es ésta la ciencia que reflexiona sobre los principios que la física y las demás ciencias empíricas no pueden justificar, pues, como es lógico, los dan por supuestos.  Es la ciencia del “ser” y de los primeros principios del “ser”.
Sé que un sector amplio de la intelectualidad contemporánea, por razones que ahora no vamos a explorar, niega la posibilidad de la metafísica. Pero entonces físicos y no físicos tendríamos que eliminar de nuestro vocabulario, e incluso borrar de nuestra mente, todo lo que esté involucrado con el verbo «ser», incluso el ser de Hawking y el de su física, el ser de este planeta y el del universo entero.
Hay cinco vías clásicas, metafísicas, que muestran la existencia de Dios, origen incausado de todas las causas habidas y por haber. Otra historia es que no se estudie metafísica, pero concluir, concluyen. Y hay muchos más argumentos. La misma libertad personal no es el menos relevante.
La Ciencia con mayúscula es algo grande, toda ciencia es manifestación de la categoría del ser humano creado a imagen de Dios. Pero el científico se empequeñece, se convierte a sí mismo en un personaje irrisorio cuando pretende saberlo todo por medio de “su” ciencia, siempre escasa comparada con el caudal de conocimientos de tan diversa índole con que contamos en nuestro tiempo, incluida la herencia de pensadores de hace veinticuatro o veinticinco siglos, cuyo índice intelectual era probablemente superior al de la inmensa mayoría de los llamados intelectuales de hoy.
El tiempo es relativo, siempre corto, para todos. La materia es muy precaria. La suma de precarios no hace necesidad sostenida y sostenible. La suma de falsedades no hace verdad… Ojalá algún día no lejano, Hawking se dé cuenta, si no lo ha hecho aún, de que la gran Física tiene un Señor infinitamente más grande, el Señor del universo, libre de intervenir en el cosmos sin necesidad de pedir permiso a físicos o filósofos.

El Cuaresma

El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. Elayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de lalimosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

jueves, 17 de febrero de 2011

Lo que dice la iglesia sobre la mujer

1. El respeto a la plena igualdad entre el hombre y la mujer, en todos los ámbitos de la vida, es una gran conquista de la civilización. A ella han contribuido también las mujeres con su sufrido y generoso testimonio diario, y con los movimientos organizados que, sobre todo en nuestro siglo, han propuesto este tema a la atención universal.
Por desgracia, no faltan aún hoy situaciones en las que la mujer vive, de hecho, sino jurídicamente, una condición de inferioridad. Es urgente hacer que madure por doquier una cultura de la igualdad, que será duradera y constructiva en la medida en que refleje el plan de Dios.
En efecto, la igualdad entre el hombre y la mujer se halla afirmada ya desde las primeras páginas de la Biblia, en el magnífico relato de la creación. Dice el libro del Génesis: «Creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó» (Gn 1, 27). Con estas pocas palabras se expresa la razón profunda de la grandeza del hombre: lleva grabada en su interior laimagen de Dios. Eso vale, por igual, para el varón y para la mujer, ambos marcados por la impronta del Creador.
2. Este mensaje bíblico originario alcanzó su plena expresión en las palabras y en los gestos de Jesús. En su tiempo pesaba sobre las mujeres la herencia de una mentalidad que las discriminaba profundamente. La actitud del Señor es «un coherente reproche a cuanto ofende la dignidad de la mujer» (Mulieris dignitatem, 15). En efecto, Cristo establece con las mujeres una relación marcada por una gran libertad y amistad. Aunque no les confiere la misión de los Apóstoles, las llama a ser los primeros testigos de su resurrección y las valora para el anuncio y la difusión del reino de Dios. En su enseñanza las mujeres recuperan de verdad «la propia subjetividad y dignidad» (ib., 14).
Siguiendo el ejemplo de su divino fundador, la Iglesia anuncia con convicción este mensaje. El hecho de que a voces, a lo largo de los siglos y por el influjo del tiempo, algunos de sus hijos no han sabido vivirlo con la misma coherencia constituye un motivo de gran pesar. Sin embargo, el mensaje evangélico sobre la mujer no ha perdido nada de su actualidad. Por eso, quise volverlo a proponer en toda su riqueza en la carta apostólica Mulieris dignitatem, que publiqué con ocasión del Año mariano.
3. Es posible intuir la grandeza de la dignidad de la mujer por el hecho de que el Hijo eterno de Dios quiso nacer, en el tiempo, de una mujer, la Virgen de Nazaret, espejo y medida de verdadera femineidad. Que María ayude a los hombres y a las mujeres a percibir y a vivir el misterio que habita en ellos, reconociéndose recíprocamente, sin discriminación alguna, como imágenes vivas de Dios.

jueves, 10 de febrero de 2011

FINISTERRE

Tras la Edad Media y Moderna, el Camino va perdiendo importancia. En el Año Santo Compostelano de 1993, el gobierno autónomo gallego decidió potenciar su valor enfocado a un recurso turístico, abriéndolo a personas con el perfil del peregrino religioso tradicional; de este modo se lanzó una gran campaña de publicidad para el Jacobeo de ese año: Xacobeo 93. Gracias a este plan se restauraron tramos de la ruta y las infraestructuras para peregrinos. Se logró la colaboración de las comunidades autónomas por las que atraviesa el Camino en España. Desde entonces, hacer el recorrido a pie, en bicicleta o a caballo es un destino popular que reúne lo religioso, espiritual, deportivo, cultural, económico, etc., tal y como ha venido ocurriendo desde el principio a través de los siglos. El camino se halla indicado por flechas pintadas de amarillo, postes y otras señales.
Los senderos balizados del Gran Recorrido (GR) tienen generalmente una longitud mayor a 50 km. Están pensados para caminatas de más de dos jornadas. Unas marcas de pintura blanca y roja van guiando al caminante.

CAMINO DE SANTIAGO

Esta vía es tan antigua como el Camino Francés, los reyes europeos de la Edad Media se inclinaban por ella para llegar a Santiago
Conforme avanzó la Reconquista y los terrenos del sur recuperaron la paz, el Camino del Norte cedió poco a poco protagonismo. Durante siglos apenas fue utilizada por los peregrinos, sin embargo, el auge del caminar a Santiago le ha devuelto su estatus como ruta y comienza a ser de nuevo muy popular.
La distancia que recorre es la segunda más larga, por detrás de la Vía de la Plata. El paisaje y el terreno la convierten en una opción muy especial, pero por contra, la red de alojamientos peregrinos es escasa, aunque hay albergues en todo el recorrido y está muy bien señalizado. 
De edad reciente o presente en la historia a través de los tiempos, lo cierto es que la reanudación de la ruta desde Santiago de Compostela hasta Cabo Fisterra anima cada día a más peregrinos, que no contentos con ver terminar sus pasos en la Plaza del Obradoiro hacen acopio de fuerzas y salen atraídos por el rumor del mar y la luz brillante del faro de Fisterra.

CAMINO DE SANTIAGO

El Camino Vasco del Interior ha sido, además de un eje xacobeo fundamental, la puerta de entrada al centro de la Península desde Irún en la época romana.
El Camino Vasco del Interior, conocido también por los apelativos de Bayona, del túnel de San Adrián o simplemente del Interior, ha sido, además de un eje xacobeo fundamental, la puerta de entrada al centro de la Península desde Irún en la época romana. Parte desde Irún, al igual que el de la costa, y se une con el Francés en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja).

jueves, 27 de enero de 2011

MAGISTRADOS DE EL PAPA JUAN PABLO II

Su última carta que escribio, pudo ser una de las más emotivas porque el fue uno de ellos también , fue a los Sacerdotes.Dice así:

Queridos sacerdotes:
1. En el Año de la Eucaristía, me es particularmente grato el anual encuentro espiritual con vosotros con ocasión del Jueves Santo, día del amor de Cristo llevado « hasta el extremo » (Jn 13, 1), día de la Eucaristía, día de nuestro sacerdocio.
Os envío mi mensaje desde el hospital, donde estoy algún tiempo con tratamiento médico y ejercicios de rehabilitación, enfermo entre los enfermos, uniendo en la Eucaristía mi sufrimiento al de Cristo. Con este espíritu deseo reflexionar con vosotros sobre algunos aspectos de nuestra espiritualidad sacerdotal.
Lo haré dejándome guiar por las palabras de la institución de la Eucaristía, las que pronunciamos cada día in persona Christi, para hacer presente sobre nuestros altares el sacrificio realizado de una vez por todas en el Calvario. De ellas surgen indicaciones iluminadoras para la espiritualidad sacerdotal: puesto que toda la Iglesia vive de la Eucaristía, la existencia sacerdotal ha de tener, por un título especial, «forma eucarística». Por tanto, las palabras de la institución de la Eucaristía no deben ser para nosotros únicamente una fórmula consagratoria, sino también una «fórmula de vida».
Una existencia profundamente «agradecida»
2. «Tibi gratias agens benedixit...». En cada Santa Misa recordamos y revivimos el primer sentimiento expresado por Jesús en el momento de partir el pan, el de dar gracias. El agradecimiento es la actitud que está en la base del nombre mismo de «Eucaristía». En esta expresión de gratitud confluye toda la espiritualidad bíblica de la alabanza por los mirabilia Dei. Dios nos ama, se anticipa con su Providencia, nos acompaña con intervenciones continuas de salvación.
En la Eucaristía Jesús da gracias al Padre con nosotros y por nosotros. Esta acción de gracias de Jesús ¿cómo no ha de plasmar la vida del sacerdote? Él sabe que debe fomentar constantemente un espíritu de gratitud por tantos dones recibidos a lo largo de su existencia y, en particular, por el don de la fe, que ahora tiene el ministerio de anunciar, y por el del sacerdocio, que lo consagra completamente al servicio del Reino de Dios. Tenemos ciertamente nuestras cruces —y ¡no somos los únicos que las tienen!—, pero los dones recibidos son tan grandes que no podemos dejar de cantar desde lo más profundo del corazón nuestro Magnificat.
Una existencia «entregada»
3. «Accipite et manducate... Accipite et bibite...». La autodonación de Cristo, que tiene sus orígenes en la vida trinitaria del Dios-Amor, alcanza su expresión más alta en el sacrificio de la Cruz, anticipado sacramentalmente en la Última Cena. No se pueden repetir las palabras de la consagración sin sentirse implicados en este movimiento espiritual. En cierto sentido, el sacerdote debe aprender a decir también de sí mismo, con verdad y generosidad, «tomad y comed». En efecto, su vida tiene sentido si sabe hacerse don, poniéndose a disposición de la comunidad y al servicio de todos los necesitados.
Precisamente esto es lo que Jesús esperaba de sus apóstoles, como lo subraya el evangelista Juan al narrar el lavatorio de los pies. Es también lo que el Pueblo de Dios espera del sacerdote. Pensándolo bien, la obediencia a la que se ha comprometido el día de la ordenación y la promesa que se le invita a renovar en la Misa crismal, se ilumina por esta relación con la Eucaristía. Al obedecer por amor, renunciando tal vez a un legítimo margen de libertad, cuando se trata de su adhesión a las disposiciones de los Obispos, el sacerdote pone en práctica en su propia carne aquel « tomad y comed », con el que Cristo, en la última Cena, se entregó a sí mismo a la Iglesia.
Una existencia «salvada» para salvar
4. «Hoc est enim corpus meum quod pro vobis tradetur». El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres. Es una salvación integral y al mismo tiempo universal, porque nadie, a menos que lo rechace libremente, es excluido del poder salvador de la sangre de Cristo: «qui pro vobis et pro multis effundetur». Se trata de un sacrificio ofrecido por « muchos », como dice el texto bíblico (Mc 14, 24; Mt 26, 28; cf. Is 53, 11-12), con una expresión típicamente semítica, que indica la multitud a la que llega la salvación lograda por el único Cristo y, al mismo tiempo, la totalidad de los seres humanos a los que ha sido ofrecida: es sangre «derramada por vosotros y por todos», como explicitan acertadamente algunas traducciones. En efecto, la carne de Cristo se da « para la vida del mundo » (Jn 6, 51; cf. 1 Jn 2, 2).
Cuando repetimos en el recogimiento silencioso de la asamblea litúrgica las palabras venerables de Cristo, nosotros, sacerdotes, nos convertimos en anunciadores privilegiados de este misterio de salvación. Pero ¿cómo serlo eficazmente sin sentirnos salvados nosotros mismos? Somos los primeros a quienes llega en lo más íntimo la gracia que, superando nuestras fragilidades, nos hace clamar «Abba, Padre» con la confianza propia de los hijos (cf. Ga 4, 6; Rm 8, 15). Y esto nos compromete a progresar en el camino de perfección. En efecto, la santidad es la expresión plena de la salvación. Sólo viviendo como salvados podemos ser anunciadores creíbles de la salvación. Por otro lado, tomar conciencia cada vez de la voluntad de Cristo de ofrecer a todos la salvación obliga a reavivar en nuestro ánimo el ardor misionero, estimulando a cada uno de nosotros a hacerse « todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos » (1 Co 9, 22).
Una existencia que «recuerda»
5. «Hoc facite in meam commemorationem». Estas palabras de Jesús nos han llegado, tanto a través de Lucas (22, 19) como de Pablo (1 Co 11, 24). El contexto en el que fueron pronunciadas —hay que tenerlo bien presente— es el de la cena pascual, que para los judíos era un « memorial » (zikkarôn, en hebreo). En dicha ocasión los hebreos revivían ante todo el Éxodo, pero también los demás acontecimientos importantes de su historia: la vocación de Abraham, el sacrificio de Isaac, la alianza del Sinaí y tantas otras intervenciones de Dios en favor de su pueblo. También para los cristianos la Eucaristía es el « memorial », pero lo es de un modo único: no sólo es un recuerdo, sino que actualiza sacramentalmente la muerte y resurrección del Señor.
Quisiera subrayar también que Jesús ha dicho: « Haced esto en memoria mía ». La Eucaristía no recuerda un simple hecho; ¡recuerda a Él! Para el sacerdote, repetir cada día, in persona Christi, las palabras del « memorial » es una invitación a desarrollar una « espiritualidad de la memoria ». En un tiempo en que los rápidos cambios culturales y sociales oscurecen el sentido de la tradición y exponen, especialmente a las nuevas generaciones, al riesgo de perder la relación con las propias raíces, el sacerdote está llamado a ser, en la comunidad que se le ha confiado, el hombre del recuerdo fiel de Cristo y todo su misterio: su prefiguración en el Antiguo Testamento, su realización en el Nuevo y su progresiva profundización bajo la guía del Espíritu Santo, en virtud de aquella promesa explícita: «Él será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho» (Jn 14, 26).
Una existencia «consagrada»
6. «Mysterium fidei!». Con esta exclamación el sacerdote manifiesta, después de la consagración del pan y el vino, el estupor siempre nuevo por el prodigio extraordinario que ha tenido lugar entre sus manos. Un prodigio que sólo los ojos de la fe pueden percibir. Los elementos naturales no pierden sus características externas, ya que las especies siguen siendo las del pan y del vino; pero su sustancia, por el poder de la palabra de Cristo y la acción del Espíritu Santo, se convierte en la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo. Por eso, sobre el altar está presente «verdadera, real, sustancialmente» Cristo muerto y resucitado en toda su humanidad y divinidad. Así pues, es una realidad eminentemente sagrada. Por este motivo la Iglesia trata este Misterio con suma reverencia, y vigila atentamente para que se observen las normas litúrgicas, establecidas para tutelar la santidad de un Sacramento tan grande.
Nosotros, sacerdotes, somos los celebrantes, pero también los custodios de este sacrosanto Misterio. De nuestra relación con la Eucaristía se desprende también, en su sentido más exigente, la condición « sagrada » de nuestra vida. Una condición que se ha de reflejar en todo nuestro modo de ser, pero ante todo en el modo mismo de celebrar. ¡Acudamos para ello a la escuela de los Santos! El Año de la Eucaristía nos invita a fijarnos en los Santos que con mayor vigor han manifestado la devoción a la Eucaristía (cf. Mane nobiscum Domine, 31). En esto, muchos sacerdotes beatificados y canonizados han dado un testimonio ejemplar, suscitando fervor en los fieles que participaban en sus Misas. Muchos se han distinguido por la prolongada adoración eucarística. Estar ante Jesús Eucaristía, aprovechar, en cierto sentido, nuestras «soledades» para llenarlas de esta Presencia, significa dar a nuestra consagración todo el calor de la intimidad con Cristo, el cual llena de gozo y sentido nuestra vida.
Una existencia orientada a Cristo
7. «Mortem tuam annuntiamus, Domine, et tuam resurrectionem confitemur, donec venias». Cada vez que celebramos la Eucaristía, la memoria de Cristo en su misterio pascual se convierte en deseo del encuentro pleno y definitivo con Él. Nosotros vivimos en espera de su venida. En la espiritualidad sacerdotal, esta tensión se ha de vivir en la forma propia de la caridad pastoral que nos compromete a vivir en medio del Pueblo de Dios para orientar su camino y alimentar su esperanza. Ésta es una tarea que exige del sacerdote una actitud interior similar a la que el apóstol Pablo vivió en sí mismo: «Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta» (Flp 3, 13-14). El sacerdote es alguien que, no obstante el paso de los años, continua irradiando juventud y como «contagiándola » a las personas que encuentra en su camino. Su secreto reside en la « pasión » que tiene por Cristo. Como decía san Pablo: « Para mí la vida es Cristo» (Flp 1, 21).
Sobre todo en el contexto de la nueva evangelización, la gente tiene derecho a dirigirse a los sacerdotes con la esperanza de « ver » en ellos a Cristo (cf. Jn 12, 21). Tienen necesidad de ello particularmente los jóvenes, a los cuales Cristo sigue llamando para que sean sus amigos y para proponer a algunos la entrega total a la causa del Reino. No faltarán ciertamente vocaciones si se eleva el tono de nuestra vida sacerdotal, si fuéramos más santos, más alegres, más apasionados en el ejercicio de nuestro ministerio. Un sacerdote « conquistado » por Cristo (cf. Flp 3, 12) « conquista » más fácilmente a otros para que se decidan a compartir la misma aventura.
Una existencia «eucarística» aprendida de María
8. Como he recordado en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia (cf. nn. 53-58), la Santísima Virgen tiene una relación muy estrecha con la Eucaristía. Lo subrayan, aun en la sobriedad del lenguaje litúrgico, todas las Plegarias eucarísticas. Así, en el Canon romano se dice: «Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor». En las otras Plegarias eucarísticas, la veneración se transforma en imploración, como, por ejemplo, en la Anáfora II: «Con María, la Virgen Madre de Dios [...], merezcamos [...] compartir la vida eterna».
Al insistir en estos años, especialmente en la Novo millennio ineunte (cf. nn. 23 ss.) y en la Rosarium Virginis Mariae (cf. nn. 9 ss.), sobre la contemplación del rostro de Cristo, he indicado a María como la gran maestra. En la encíclica sobre la Eucaristía la he presentado también como «Mujer eucarística» (cf. n. 53). ¿Quién puede hacernos gustar la grandeza del misterio eucarístico mejor que María? Nadie cómo ella puede enseñarnos con qué fervor se han de celebrar los santos Misterios y cómo hemos estar en compañía de su Hijo escondido bajo las especies eucarísticas. Así pues, la imploro por todos vosotros, confiándole especialmente a los más ancianos, a los enfermos y a cuantos se encuentran en dificultad. En esta Pascua del Año de la Eucaristía me complace hacerme eco para todos vosotros de aquellas palabras dulces y confortantes de Jesús: « Ahí tienes a tu madre » (Jn 19, 27).
Con estos sentimientos, os bendigo a todos de corazón, deseándoos una intensa alegría pascual.
Policlínico Gemelli, Roma, 13 de marzo, V domingo de Cuaresma, de 2005, vigésimo séptimo de Pontificado.

INTERVENCION DE JUAN PABLO ll EN EL MURO DE BERLIN

Mijail Gorbachov no tuvo reparo reconocer públicamente que la intervención de Juan Pablo II fue decisiva en los acontecimientos que culminaron, en noviembre de 1989, con el derribo del muro de Berlín y con todo el sistema comunista en Europa. Nadie discute hoy que sin los viajes del Papa a Polonia no se podría haber puesto en marcha el llamado «efecto dominó», que, partiendo del ejemplo polaco, contagió a las demás naciones marxistas del entorno, incluida la Unión Soviética, y terminó con la dictadura. En el primer viaje de Juan Pablo II a Polonia, poco después de ser elegido Papa, el 2 de junio de 1979, el nuevo Papa animó a sus compatriotas a plantarle cara al tirano.

En septiembre de 1981, no por casualidad y gracias al apoyo moral y económico del Vaticano, se podía celebrar en los astilleros de Gdansk el primer congreso de un nuevo sindicato, original y extrañamente libre dentro del férreo mundo marxista. Había nacido «Solidarnosc», «Solidaridad».

Era una experiencia tan espectacular para la Polonia marxista como para el Occidente, que contemplaba asombrado cómo los obreros iban a misa y confesaban en público mientras hacían huelga para defender sus derechos. Más aún, desde aquí se veía con ojos escépticos que la Iglesia no era allí, en el «socialismo real», el «opio del pueblo», sino un motor de cambio, de revolución, de lucha por la justicia sin olvidar en ningún momento la paz ni el mensaje de la no violencia activa. Aquel fue el principio del fin del marxismo. El día en que los obreros marcharon contra los teóricos defensores del proletariado se acabó la falacia. Lo extraordinario, lo que rompía todos los esquemas hasta el momento incontestables, fue que lo hicieron entonando himnos a la Patria, a Dios, a la Virgen.

Juan Pablo II intervino no sólo en la gestación de «Solidaridad», sino en la búsqueda de apoyos internacionales políticos y económicos para conseguir que la experiencia naciente no fuera aplastada por el poder del Estado comunista. Sus siguientes viajes a Polonia sirvieron para animar a la gente en la lucha que estaba comenzando. En junio de 1983 fortalece el nuevo movimiento y esa lucha se ve apoyada por otro acontecimiento histórico, la llegada al poder en la Unión Soviética de Mijail Gorbachov en marzo de 1985. Éste decidió, el 7 de abril de ese mismo año, empezar el deshielo con la supresión de los misiles de alcance medio en Europa.

Estaba agobiado por las crecientes dificultades económicas y, también, por los problemas nacionalistas que empezaban a surgir por doquier en la Unión. Después vendrían las reuniones con Reagan para negociar el desarme y, como una puntilla, el desastre nuclear de Chernobil en abril de 1986. Amparándose en los nuevos aires que venían del amo soviético, Juan Pablo II apretó el acelerador y en su tercer viaje a Polonia, en junio de 1987, reclamó ya abiertamente la democracia. El efecto que se produjo en la nación fue inmenso. Poco antes, en enero de ese mismo año, Gorbachov había puesto en marcha la «perestroika» y la «glasnost». Desde ese momento los acontecimientos se precipitaron. En 1988 los soviéticos se retiraron de Afganistán y el 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín, verdadero símbolo de un telón de acero que encarcelaba a Europa.

Ese 9 de noviembre significaba también el fin de la guerra fría. Gorbachov, con la extensión de su perestroika (reestructuración) fuera de las fronteras rusas, fue el encargado de relajar la presión sobre los países satélites de la antigua Unión Soviética y de facilitar la apertura a Polonia y Hungría. Una política que, junto a la glasnost (transparencia), acabó por destruirle políticamente, al no contentar ni a los ortodoxos ni a los reformistas. El golpe de Estado de 1991 fue el punto final. Admirado fuera de sus fronteras, Gorbachov recibió el Premio Nóbel de la Paz el 1990, un año después de la caída del muro. Retirado de la política, a los 73 años imparte conferencias millonarias en las que ofrece su visión del mundo.

Reagan, por su parte, que impulsó una fuerte corriente conservadora en los Estados Unidos durante su mandato de 8 años, que acabó precisamente en enero del mismo año en que cayó el muro, contribuyó al mismo tiempo a liquidar la Guerra Fría. Llegó a celebrar hasta 5 cumbres con Gorbachov, en las que se firmaron importantes acuerdos de desarme. Premonitorias fueron sus palabras dirigidas al primer mandatario ruso ante la puerta de Brandenburgo un 12 de junio del 87: “Señor Gorbachov, haga caer este muro”. También en un segundo plano de la política y afectado por el Alzheimer en la última década, fallecía el pasado 5 de junio a los 93 años de edad en su residencia de Los Ángeles.

Desde Polonia, dos destacadas personalidades, una política y la otra religiosa, estaban destinadas a ser protagonistas de la historia, entre otras cosas, por su influencia en la caída del muro de Berlín. El Papa Juan Pablo II contribuyó decisivamente a la caída del muro, al respaldar en todo momento a Lech Walesa en sus aspiraciones de hacer desaparecer el comunismo de la tierra natal de ambos y las de derribar la muralla que dividía Berlín. Walesa, también premio Nóbel de la Paz en 1983, llegó a convertirse en el primer presidente postcomunista de Polonia desde 1990 hasta 1995. Actualmente, a sus 61 años, también está retirado, lo mismo que el checo Havel, de 68 años, que se mantuvo 13 años como jefe de Estado de su país.

Por su parte, Kohl no pudo acabar de peor manera su brillante carrera política: su nombre se vio involucrado en un escándalo financiero ilegal de su partido. Repudiado por su propia gente, el hombre que se lo jugó todo a una carta en la reunificación alemana y que estuvo 16 años en la chancillería es hoy un diputado más de la Unión Demócrata Cristiana.

VIAJES DE JUAN PABLO ll

1: República Dominicana, México y Bahamas (25-I/1-II-1979)
2: Polonia (2/10-VI-1979)
3: Irlanda y USA (29-IX/8-X-1979)
4: Turquía (28/30-XI-1979)
5: Zaire, República del Congo, Kenia, Ghana y Alto Volta (2/12-V-1980)
6: Francia (30-V/2-VI-1980)
7: Brasil (30-VI/12-VII-1980)
8: Alemania (15/19-XI-1980)
9: Pakistán, Filipinas, Guam y Japón (16/27-II-1981)
10: Nigeria, Benin, Gabón y Guinea Ecuatorial (12/19-II-1982)
11: Portugal (12/15-V-1982)
12: Gran Bretaña (28-V/2-VI-1982)
13: Brasil y Argentina (10/13-VI-1982)
14: Suiza (15-VI-1982)
15: San Marino (29-VIII-1982)
16: España (31-X/9-XI-1982)
17: Portugal, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, El Salvador, Guatemala, Honduras, Belize y Haití (2/10-III-1983)
18: Polonia (16/23-VI-1983)
19: Francia (14/15-VIII-1983)
20: Austria (10/13-IX-1983)
21: Kairbanks, Corea, Nueva Guinea, Islas Salomón y Tailandia (2/12-V-1983)
22: Suiza (12/17-VI-1984)
23: Canadá (9/21-IX-1984)
24: España , República Dominica y Puerto Rico (10-11/13-X-1984)
25: Venezuela, Ecuador, Perú y Trinidad (25-I/6-II-1985)
26: Países Bajos, Luxemburgo y Bélgica (11/21-V-1985)
27: Togo, Camerún, República Centroafricana, Zaire, Kenia y Marruecos (8/19-VIII-1985)
28: Suiza y Lietchenstein (8-IX-1985)
29: India (31-I/10-II-1986)
30: Colombia (1/8-VII-1986)
31: Francia (4/7-X-1986)
32: Bangla Desh, Singapour, Fuji, Nueva Zelanda y Australia (18-XI/1-XII-1986)
33: Uruguay, Chile y Argentina (31-III/13-IV-1987)
34: Alemania (30-IV/4-V-1987)
35: Polonia (8/14-VI-1987)
36: USA y Canadá (10/21-IX-1987)
37: Uruguay, Bolivia, Perú y Paraguay (7/18-V-1988)
38: Austria (23/27-VI-1988)
39: Zimbawe, Botswana y Mozambique (10/19-IX-1988)
40: Francia (8/11-X-1988)
41: Madagascar, La Reunión, Zambia y Malawi (28-IV/6-V-1989)
42: Noruega, Islandia, Finlandia, Dinamarca y Suecia (1/19-VI-1989)
43: España (19/21-VIII-1989)
44: Corea, Indonesia e Isla Mauricio (6/16-X-1989)
45: Cabo Verde, Guinea Bissau, Malí, Burkina Faso y Chad (25-I/1-II-1990)
46: Checoslovaquia (21/22-IV-1990)
47: México (6/14-V-1990)
48: Malta (25/27-V-1990)
49: Tanzania, Burundi y Ruanda (1/10-IX-1990)
50: Portugal (10/13-V-1991)
51: Polonia (1/9-VI-1991)
52: Polonia y Hungría (13/20-VIII-1991)
53: Brasil (12/21-X-1991)
54: Senegal, Gambia y Guinea (19/26-II-1992)
55: Angola, Santo Tomé y Príncipe ( 4/10-VI-1992)
56: República Dominicana (9/14-X-1992)
57: Benín, Uganda y Sudán (3/10-II-1993)
58: Albania (25-IV-1993)
59: España (12/17-VI-1993)
60: México y USA (12/17-VIII-1993)
61: Lituania, Letonia y Estonia (4/10-IX-1993)
62: Croacia (10/11-IX-1994)
63: Filipinas, Sri Lanka, Papua Nueva Guinea y Australia (11/21-I-1995)
64: Polonia y República Checa (20/22-V-1995)
65: Bélgica (3/4-VI-1996)
66: Eslovaquia (30-VI-- 2-VIII-1995)
67: Suráfrica, Mozambique y Kenia (16/19-IX-1995)
68: USA (4/8-X-1995)
69: Guatemala, El Salvador, Colombia y Venezuela (5/11-II-1996)
70: Túnez (14-IV-1996)
71: Eslovenia (21/23-V-1996)
72: Alemania (21/23-VI-1996)
73: Hungría (6/8-IX-1996)
74: Francia (19/22-IX-1996)
75: Bosnia-Herzegovina (12/13-IV-1997)
76: República Checa (25/27-IV-1997)
77: El Líbano (10/11-V-1997)
78: Polonia (30-V-11-VI-1997)
79: Francia (23/24-VIII-1997)
80: Brasil (2/5-X-1997)
81: Cuba (21/25-I-1998)
82: Nigeria (21/23-III-1998)
83: Austria (19/21-VI-1998)
84: Croacia (2/4-X-1998)
85: México y USA (22/26-I-1999)
86: Rumanía (7/9-V-1999)
87: Polonia (5/17-VI-1999)
88: Eslovenia (19-IX-1999)
89: India (5/8-XI-1999)
89: Georgia (8/9-IX-1999)
90: Egipto (24/26-II-2000)
91: Jordania, Israel y Palestina (20/26-III-2000)
92: Portugal (12/13-V-2000)
93: Grecia, Siria y Malta (4/9-V-2001)
94: Ucrania (23/27-VI-2001)
95: Kazajistán y Armenia (22/27-IX-2001)
96: Bulgaria y Azerbayán (22/27-V-2002)
97: Canadá, México y Guatemala (27-VI/2-VIII-2002)
98: Polonia (16/19-VIII-2002)
99: España (3/4-V-2003)
100: Croacia (2003)
101: Bosnia y Herzegovina, (2003)
102:Eslovaquia (2003)
103:Pompeya (2003)
104:Berna (Suiza) (2004)
105:Lourdes (Francia) (2004)
106: Loreto (Italia) (2004)

BIOGRAFIA JUAN PABLO ll


BIOGRAFIA
(Wadowice, Cracovia, 1920 - Roma, 2005) Sacerdote polaco, de nombre Karol Wojtyla, elegido Papa en octubre de 1978 mientras ocupaba el puesto de cardenal-arzobispo de Cracovia; fue primer pontífice no italiano en más de cuatro siglos.
Era hijo de un oficial de la administración del Ejército polaco y de una maestra de escuela. De joven practicó el atletismo, el fútbol y la natación. Fue también un estudiante excelente, y presidió diversos grupos estudiantiles. Desarrolló, además, una gran pasión por el teatro, y durante algún tiempo aspiró a estudiar Literatura y convertirse en actor profesional.
Durante la ocupación nazi, compaginó sus estudios y su labor de actor, con el trabajo de obrero en una fábrica, para mantenerse y para evitar su deportación o encarcelamiento. Fue miembro activo de la UNIA, organización democrática clandestina que ayudaba a muchos judíos a encontrar refugio y escapar de la persecución nazi. 
En tales circunstancias, la muerte de su padre le causó un profundo dolor. La lectura de San Juan de la Cruz, que entonces buscó como consuelo, y la heroica conducta de los curas católicos que morían en los campos de concentración nazi fueron decisivas para que decidiera seguir el camino de la fe. Mientras se recuperaba de un accidente, el futuro pontífice decidió seguir su vocación religiosa, y en 1942 comenzó sus estudios sacerdotales. Ordenado sacerdote el 1.º de noviembre de 1946, amplió sus estudios en Roma y obtuvo el doctorado en Teología en el Pontifico Ateneo Angelicum. De regreso a Polonia, desarrolló una doble tarea, por un lado pastoral, llevada a cabo en diversas parroquias obreras de Cracovia, y por otro lado intelectual, impartiendo clases de Ética en la Universidad Católica de Lublin y en la Facultad de Teología de Cracovia.
En 1958 fue nombrado auxiliar del arzobispo de Cracovia, a quien sucedió en 1964. Ya en esa época, era un líder visible que a menudo asumía posiciones críticas contra el comunismo y los funcionarios del gobierno polaco. Durante el Concilio Vaticano II destacó por sus intervenciones sobre el esquema eclesiástico y el texto sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo.
En 1967 el Papa Paulo VI lo nombró cardenal, y el 16 de octubre de 1978, a la edad de cincuenta y ocho años, fue elegido para suceder al papa Juan Pablo I, fallecido tras treinta y cuatro días de pontificado. De este modo, se convirtió en el primer Papa no italiano desde 1523 y en el primero procedente de un país del bloque comunista.
Desde sus primeras encíclicas, Redemptoris hominis (1979), y Dives in misericordia (1980), exaltó el papel de la Iglesia como maestra de los hombres y destacó la necesidad de una fe robusta, arraigada en el patrimonio teológico tradicional, y de una sólida moral, sin mengua de una apertura cristiana al mundo del siglo XX. Denunció la Teología de la Liberación, criticó la relajación moral y proclamó la unidad espiritual de Europa.
El 13 de mayo de 1981 sufrió un grave atentado en la Plaza de San Pedro del Vaticano, donde resultó herido por los disparos del terrorista turco Mehmet Ali Agca. A raíz de este suceso, el Papa tuvo que permanecer hospitalizado durante dos meses y medio. El 13 de mayo de 1982 sufrió un intento de atentado en el Santuario de Fátima durante su viaje a Portugal. Sin embargo, el pontífice continuó con su labor evangelizadora, visitando incansablemente diversos países, en especial los pueblos del Tercer Mundo (África, Asia y América del Sur). 
Igualmente, siguió manteniendo contactos con numerosos líderes religiosos y políticos, destacando siempre por su carácter conservador en cuestiones sociales y por su resistencia a la modernización de la institución eclesiástica. Entre sus encíclicas cabe mencionar: Laborem exercens (El hombre en su trabajo, 1981); Redemptoris mater (La madre del Redentor, 1987); Sollicitudo rei socialis (La preocupación social, 1987); Redemptoris missio (La misión del Redentor, 1990) y Centessimus annus (El centenario, 1991).
Entre sus exhortaciones y cartas apostólicas destacan Catechesi tradendae (Sobre la catequesis, hoy, 1979); Familiaris consortio (La familia, 1981); Salvifici doloris (El dolor salvífico, 1984); Reconciliato et paenitentia (Reconciliación y penitencia, 1984); Mulieris dignitatem (La dignidad de la mujer, 1988); Christifidelis laici (Los fieles cristianos, 1988) y Redemptoris custos (El custodio del Redentor, 1989). En Evangelium vitae (1995), trató las cuestiones del aborto, las técnicas de reproducción asistida y la eutanasia. Ut unum sint (Que todos sean uno), de 1995, fue la primera encíclica de la historia dedicada al ecumenismo. En 1994 publicó el libro Cruzando el umbral de la esperanza.
El pontificado de Juan Pablo II no ha estado exento de polémica. Su talante tradicional le ha llevado a sostener algunos enfoques característicos del catolicismo conservador, sobre todo en lo referente a la prohibición del aborto y los anticonceptivos, la condena del divorcio y la negativa a que las mujeres se incorporen al sacerdocio. Sin embargo, también ha sido un gran defensor de la justicia social y económica, abogando en todo momento por la mejora de las condiciones de vida en los países más pobres del mundo.
Tras un proceso de intenso deterioro físico, que le impidió cumplir en reiteradas ocasiones con sus apariciones públicas habituales en la plaza de San Pedro, Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005. Su desaparición significó para algunos la pérdida de uno de los líderes más carismáticos de la historia contemporánea; para otros implicó la posibilidad de imaginar una Iglesia católica más acorde a la sociedad moderna. En cualquier caso, su muerte ocurrió en un momento de revisionismo en el seno de la institución, de una evaluación sobre el protagonismo que tiene en el mundo de hoy y el que pretende tener en el del futuro. Su sucesor, Benedicto XVI, anunció ese mismo año el inicio del proceso de beatificación de Juan Pablo II.


jueves, 20 de enero de 2011

EL PERDON

 Con ocasión del comienzo del Año Nuevo, quisiera dirigir mis más fervientes deseos de paz a todas las comunidades cristianas, a los responsables de las Naciones, a los hombres y mujeres de buena voluntad de todo el mundo. El tema que he elegido para esta XLIII Jornada Mundial de la Paz es: Si quieres promover la paz, protege la creación. El respeto a lo que ha sido creado tiene gran importancia, puesto que «la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios»[1], y su salvaguardia se ha hecho hoy esencial para la convivencia pacífica de la humanidad. En efecto, aunque es cierto que, a causa de la crueldad del hombre con el hombre, hay muchas amenazas a la paz y al auténtico desarrollo humano integral —guerras, conflictos internacionales y regionales, atentados terroristas y violaciones de los derechos humanos—, no son menos preocupantes los peligros causados por el descuido, e incluso por el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales que Dios nos ha dado. Por este motivo, es indispensable que la humanidad renueve y refuerce «esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos»

jueves, 13 de enero de 2011

MENSAJE DE PAZ DE BENEDICTO

El derecho a la libertad religiosa se funda en la misma dignidad de la persona humana, cuya naturaleza trascendente no se puede ignorar o descuidar. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 27). Por eso, toda persona es titular del derecho sagrado a una vida íntegra, también desde el punto de vista espiritual. Si no se reconoce su propio ser espiritual, sin la apertura a la trascendencia, la persona humana se repliega sobre sí misma, no logra encontrar respuestas a los interrogantes de su corazón sobre el sentido de la vida, ni conquistar valores y principios éticos duraderos, y tampoco consigue siquiera experimentar una auténtica libertad y desarrollar una sociedad justa.
La Sagrada Escritura, en sintonía con nuestra propia experiencia, revela el valor profundo de la dignidad humana: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies» (Sal 8, 4-7).
Ante la sublime realidad de la naturaleza humana, podemos experimentar el mismo asombro del salmista. Ella se manifiesta como apertura al Misterio, como capacidad de interrogarse en profundidad sobre sí mismo y sobre el origen del universo, como íntima resonancia del Amor supremo de Dios, principio y fin de todas las cosas, de cada persona y de los pueblos. La dignidad trascendente de la persona es un valor esencial de la sabiduría judeo-cristiana, pero, gracias a la razón, puede ser reconocida por todos. Esta dignidad, entendida como capacidad de trascender la propia materialidad y buscar la verdad, ha de ser reconocida como un bien universal, indispensable para la construcción de una sociedad orientada a la realización y plenitud del hombre. El respeto de los elementos esenciales de la dignidad del hombre, como el derecho a la vida y a la libertad religiosa, es una condición para la legitimidad moral de toda norma social y jurídica.