jueves, 25 de noviembre de 2010

PORQUE HAY TANTAS RELIGIONES

Juan Pablo II: ¿Por qué hay tantas religiones?
Respuestas de «Cruzando el umbral de la esperanza»
Si Dios es Uno solo y se ha revelado en Jesucristo, ¿por qué ha permitido tantas religiones?
Esta es una de las preguntas que podría plantear la Jornada de oración en Asís a la que Juan
Pablo II ha dado su propia respuesta. Se la planteó el periodista italiano Vittorio Messori en el
libro «Cruzando el umbral de la esperanza» (Plaza & Janés, 1994). El pontífice dedicó cuatro
capítulos a responderla. En el libro el Papa afirma que «en vez de sorprenderse de que la
Providencia permita tal variedad de religiones, deberíamos más bien maravillarnos de los
numerosos elementos comunes que se encuentran en ellas».
Cristo vino al mundo para todos los pueblos, dice el Papa, «los ha redimido a todos y tiene
ciertamente Sus caminos para llegar a cada uno de ellos, en la actual etapa escatológica de la
historia de la salvación. De hecho, en aquellas regiones muchos lo aceptan y muchos más
tienen en Él una fe implícita (cf. Hebreos 11,6)».Presentamos a continuación la opinión que
expresa el Papa en el libro sobre las diferentes religiones.
* * *
Islam
«Cualquiera que, conociendo el Antiguo y el Nuevo Testamento, lee el Corán,
ve con claridad el proceso de reducción de la Divina Revelación que en él se
lleva a cabo. Es imposible no advertir el alejamiento de lo que Dios ha dicho de
Sí mismo, primero en el Antiguo Testamento por medio de los profetas y luego
de modo definitivo en cl Nuevo Testamento por medio de Su Hijo. Toda esa
riqueza de la autorrevelación de Dios, que constituye el patrimonio del Antiguo
y del Nuevo Testamento, en el islamismo ha sido de hecho abandonada.
»Al Dios del Corán se le dan unos nombres que están entre los más bellos que
conoce el lenguaje humano, pero en definitiva es un Dios que está fuera del
mundo, un Dios que es sólo Majestad, nunca el Emmanuel, Dios-con-nosotros.
El islamismo no es una religión de redención. No hay sitio en él para la Cruz y
la Resurrección. Jesús es mencionado, pero sólo como profeta preparador del
último profeta, Mahoma. También María es recordada, Su Madre virginal; pero
está completamente ausente el drama de la Redención. Por eso, no solamente
la teología, sino también la antropología del Islam, están muy lejos de la
cristiana.
»Sin embargo, la religiosidad de los musulmanes merece respeto. No se puede
dejar de admirar, por ejemplo, su fidelidad a la oración. La imagen del creyente
en Alá que, sin preocuparse ni del tiempo ni del sitio, se postra de rodillas y se
sume en la oración, es un modelo para los confesores del verdadero Dios, en
particular para aquellos cristianos que, desertando de sus maravillosas
catedrales, rezan poco o no rezan en absoluto.
»El Concilio ha llamado a la Iglesia al diálogo también con los seguidores del
«Profeta», y la Iglesia procede a lo largo de este camino. Leemos en la «Nostra
aetate»: "Si en el transcurso de los siglos no pocas desavenencias y
enemistades surgieron entre cristianos y musulmanes, el Sacrosanto Concilio
exhorta a todos a olvidar el pasado y a ejercitar sinceramente la mutua
comprensión, además de a defender y promover juntos, para todos los
hombres, la justicia social, los valores morales, la paz y la libertad" (n. 3)»
(Páginas 106 y 107).
Judaísmo
«Las palabras de la "Nostra aetate" suponen un verdadero cambio. El Concilio
dice: "La Iglesia de Cristo reconoce que, efectivamente, los comienzos de su fe
y de su elección se encuentran ya, según el misterio divino de salvación, en los
Patriarcas, Moisés y los Profetas. [...] Por eso, la Iglesia no puede olvidar que
ha recibido la revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo
con el que Dios, en su inefable misericordia, se dignó sellar la Alianza Antigua,
y que se nutre de la raíz del buen olivo en el que han sido injertados los ramos
del olivo silvestre que son los gentiles. [...] Por consiguiente, siendo tan grande
el patrimonio espiritual común a los cristianos y a los hebreos, este Sacro
Concilio quiere promover y recomendar entre ellos el mutuo conocimiento y
estima, que se consigue sobre todo por medio de los estudios bíblicos y de un
fraterno diálogo" (n. 4).
»Tras las palabras de la declaración conciliar está la experiencia de muchos
hombres, tanto judíos como cristianos. Está también mi experiencia personal
desde los primerísimos años de mi vida en mi ciudad natal. Recuerdo sobre
todo la escuela elemental de Wadowice, en la que, en mi clase, al menos una
cuarta parte de los alumnos estaba compuesta por chicos judíos. Y quiero
ahora mencionar mi amistad, en aquellos tiempos escolares, con uno de ellos,
Jerzy Kluger. Amistad que ha continuado desde los bancos de la escuela hasta
hoy. Tengo viva ante mis ojos la imagen de los judíos que cada sábado se
dirigían a la sinagoga, situada detrás de nuestro gimnasio. Ambos grupos
religiosos, católicos y judíos, estaban unidos, supongo, por la conciencia de
estar rezando al mismo Dios. A pesar de la diversidad de lenguaje, las
oraciones en la iglesia y en la sinagoga estaban basadas, en considerable
medida, en los mismos textos» [...].
«Este extraordinario pueblo continúa llevando dentro de sí mismo las señales
de la elección divina. Lo dije una vez hablando con un político israelí, el cual
estuvo plenamente de acuerdo conmigo. Sólo añadió: "¡Si esto fuera menos
costoso...!"Realmente, Israel ha pagado un alto precio por su propia "elección".
Quizá debido a eso se ha hecho más semejante al Hijo del hombre, quien,
según la carne, era también Hijo de Israel; el dos mil aniversario de Su venida
al mundo será fiesta también para los judíos» [...].
«Cuándo podrá el pueblo de la Antigua Alianza reconocerse en la Nueva es,
naturalmente, una cuestión que hay que dejar en manos del Espíritu Santo.
Nosotros, hombres, intentemos sólo no obstaculizar el camino» (páginas 109,
110, 112).
Budismo
«La soteriología [doctrina de la salvación] del budismo constituye el punto
central, más aún, el único de este sistema. Sin embargo, tanto la tradición
budista como los métodos que se derivan de ella conocen casi exclusivamente
una soteriología negativa.
»La "iluminación" experimentada por Buda se reduce a la convicción de que el
mundo es malo, de que es fuente de mal y de sufrimiento para el hombre. Para
liberarse de este mal hay que liberarse del mundo; hay que romper los lazos
que nos unen con la realidad externa, por lo tanto, los lazos existentes en
nuestra misma constitución humana, en nuestra psique y en nuestro cuerpo.
Cuanto más nos liberamos de tales ligámenes, más indiferentes nos hacemos
a cuanto es el mundo, y más nos liberamos del sufrimiento, es decir, del mal
que proviene del mundo.
¿Nos acercamos a Dios de este modo? En la "iluminación" transmitida por
Buda no se habla de eso. El budismo es en gran medida un sistema "ateo". No
nos liberamos del mal a través del bien, que proviene de Dios; nos liberamos
solamente mediante el desapego del mundo, que es malo. La plenitud de tal
desapego no es la unión con Dios, sino el llamado "nirvana", o sea, un estado
de perfecta indiferencia respecto al mundo. Salvarse quiere decir, antes que
nada, liberarse del mal haciéndose indiferente al mundo, que es fuente de mal
(página 100).
Hinduismo
«En el hinduismo los hombres investigan el misterio divino y lo expresan
mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos
de la filosofía; buscan la liberación las angustias de nuestra condición, sea
mediante formas de vida ascética, sea a través de la profunda meditación, sea
en el refugio en Dios con amor y confianza. En el hinduismo, según sus varias
escuelas, se reconoce la radical insuficiencia de este mundo mudable y se
enseña un camino por el que los hombres, con corazón devoto y confiado, se
hagan capaces de adquirir el estado de liberación perfecta o de llegar al estado
de suprema iluminación por medio de su propio esfuerzo, o con la ayuda
venida de lo alto» («Nostra aetate», 2).
«El Concilio recuerda que "la Iglesia católica no rechaza nada de cuanto hay
de verdadero y santo en estas religiones. Considera con sincero respeto esos
modos de obrar y de vivir, esos preceptos y esas doctrinas que si bien en
muchos puntos difieren de lo que ella cree y propone, no pocas veces reflejan
un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Pero Ella
anuncia y tiene la obligación de anunciar a Cristo, que es "camino, verdad y
vida" (Juan 14,6), en quien los hombres deben encontrar la plenitud de la vida
religiosa y en quien Dios ha reconciliado Con sigo mismo todas las cosas»
(«Nostra aetate», 2) (páginas 95 y 96).
Religiones animistas
«Ponen en primer plano el culto a los antepasados. Parece que quienes las
practican se encuentren especialmente cerca del cristianismo. Con ellos,
también la actividad misionera de la Iglesia halla más fácilmente un lenguaje
común. ¿Hay, quizá, en esta veneración a los antepasados una cierta
preparación para la fe cristiana en la comunión de los santos, por la que todos
los creyentes vivos o muertos forman una única comunidad, un único cuerpo?
La fe en la comunión de los santos es, en definitiva, fe en Cristo, que es la
única fuente de vida y de santidad para todos. No hay nada de extraño, pues,
en que los animistas africanos y asiáticos se conviertan con relativa facilidad en
confesores de Cristo, oponiendo menos resistencia que los representantes de
las grandes religiones del Extremo Oriente» (página 97).

JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) es un evento organizado por la Iglesia Católica para reunir a los jóvenes católicos de todo el mundo.
La Jornada Mundial de la Juventud se realiza anualmente en cada diócesis del mundo el día de Domingo de Ramos, con una ceremonia principal en el Vaticano. Sin embargo, cada dos o tres años, se realiza un gran encuentro internacional realizado en una ciudad sede. Esta ceremonia es presidida por el Papa. Este último encuentro, de varios días de duración, es el que se asocia habitualmente con el nombre de Jornada Mundial de la Juventud.
Este concepto nació en 1984 durante el papado de Juan Pablo II para incentivar la participación juvenil en la Iglesia y ha tenido gran éxito. En 1995, cuando el evento fue realizado en Manila (Filipinas), asistieron más de 5 millones de personas.
En 1997, la Jornada Mundial dio un cambio transformándose en un festival para la juventud con una duración de tres días antes de la ceremonia final.
En agosto del 2005 en Colonia se celebró la XX Jornada Mundial de la Juventud en la que participaron 2.530.000 jóvenes. La última jornada se celebró en Sídney del 15 al 20 de julio de 2008, la segunda, tras la de Buenos Aires, organizada en el hemisferio austral. La próxima, según ha anunciado el Papa Benedicto XVI, tendrá lugar en Madrid, España, del 15 y al 21 de agosto 2011.

jueves, 18 de noviembre de 2010

CATECISMO

II Las etapas de la revelación
Desde el origen, Dios se da a conocer
54 "Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio" (DV 3). Los invitó a una comunión íntima con él revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandecientes. 

55 Esta revelación no fue interrumpida por el pecado de nuestros primeros padres. Dios, en efecto, "después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras" (DV 3). 

Comentario:  Dios siempre ayuda y da todo por los demas, el 55 habla sobre que tubo mucho cuidado y se preocupo de que todo saliera bien y que los que no pecaban, fueran al cielo

EL CRISTIANISMO Y LAS RELIGIONES NO CRISTIANAS

El gran pensador español Zubiri resalta unas palabras de Santo Tomás de Aquino: «Conocer a Dios de cierta manera confusa y general es algo que nos está naturalmente inserto... Pero esto no es conocer simpliciter que Dios existe. De la misma manera que conocer que alguien viene no es conocer a Pedro, aunque sea Pedro el que viene»**. Una cosa es saber que alguien viene y otra saber quién viene o cómo es el que viene. Para saber que alguien viene no suele ser necesario aplicar la oreja a la tierra como los indios americanos en las películas para escuchar el lejano galope de los caballos. Presentimos la venida de alguien o su cercanía por sus pisadas, olor, etc. En cambio, es muy difícil, por no decir imposible, saber así cómo es el que viene. Lo mismo acaece respecto de Dios, y entramos así en dos cuestiones capitales para el hombre de todos los tiempos.

La existencia de la Divinidad, base de la religión

De ordinario es relativamente fácil saber que Dios viene, o sea, existe y actúa. La existencia de la divinidad y su conocimiento por el hombre es la base de la religión o, mejor, de la religiosidad, del sentido religioso.

El conocimiento de la existencia de Dios no sólo es fácil, sino connatural al hombre, inherente a su misma naturaleza racional, alga inserto en la raíz y estructura del hombre. De hecho, de los seres dotados de materia sólo el hombre es capaz de religiosidad. Pues el hombre es religioso no en virtud de su condición cósmica o material (en lo que tiene en común con las cosas: agua, calcio, etcétera), ni de su animalidad, sino de su racionalidad. El hombre es religioso por su misma naturaleza, es decir, está programado así. Sin inteligencia no hay ni cognoscibilidad ni conocimiento real de Dios ya que la divinidad trasciende el alcance de los sentidos. «El hombre no tiene religión, es religión» o religación respecto de Dios (Zubiri). Quien la reconoce es religioso. Nada de lo creado, ni el hombre mismo, puede entenderse sin esta religación objetiva, se admita o no, sin su dependencia de Dios, «más íntimo que mi intimidad o mismidad» (San Agustin) o Quelqu"un qui soit en moi plus moi-meme que moi, «Alguien en mi más yo mismo que yo» (Paul Claudel).

La inteligencia es capaz de descubrir Las huellas de la Bondad, Belleza, etc., divinas, impresas en el universo (vías aristotélico-tomistas de conocimiento de Dios de impronta objetiva) y en el hombre mismo (vias platónico-agustinianas de índole preferentemente subjetiva). «Nos has hecho, Señor, para Ti y nuestro corazón está desasosegado hasta que repose en Ti», dice San Agustín, un sediento de Dios, que es meta e imán, único capaz de saciar el ansia humana de ser y de ser feliz para siempre. Si todos Los hombres tienen sed debe existir algo —el agua— capaz de saciarla. Basta ver que todos los hombres tienen sed de felicidad para concluir la existencia de Alguien que la sacie, pues sólo la Persona, no las cosas, es capaz de llenar a la persona. Por eso el hombre no puede vivir sin la divinidad. Si niega a Dios, talla la imagen de un dios, de un ídolo. Hay épocas, par ejemplo, la helenística (siglos inmediatamente anteriores y posteriores al nacimiento de Jesucristo) y la nuestra en las que se entenebrece la existencia de Dios. La embriaguez sensorial, sensual y hedonista suplanta a Dios por un sucedáneo, par el ídolo de turno, el cual a su modo proclama la necesidad que el hombre tiene de Dios. Febre desconsagró la catedral de París. Pero no la dejó vacía: la convirtió en el temple de la Razón. En lugar de la imagen de Notre Dame, Nuestra Señora la Virgen María, colocó a la diosa Razón, representada por una joven jacobina, amante del reformador; reemplazó la lámpara del Santísimo par la antorcha de la Verdad. Otros muchos han sucumbido a la tentación primera y permanente: «seréis como dioses» (Gen 3, 5 ss.). En lugar de Dios el hombre europeo ha ido entronizando y destronando a sus ídolos: la Razón, el Estado, la Raza, la Materia, el Sexo, la Droga, etc., que a veces exigen más sacrificios humanos que las hecatombes de los dioses aztecas. Tiene razón el gran novelista ruso Fedor Dostoievski: «El hombre no puede vivir sin arrodillarse... Si rechaza a Dios, se arrodilla ante un ídolo de madera, de oro o simplemente imaginario... Todos esos son idólatras, no ateos; idólatras es el nombre que les cuadra». Por eso la Biblia habla de todos los pecados humanos, pero nada dice del ateísmo a no ser llamando «insensato, irracional» a quien dice «No hay Dios» (Ps 131, 1). En cambio, la idolatría, esto es, el ateísmo, es el entramado de todos los fallos y causa de todos los males del pueblo escogido (Antiguo
Testamento).

Más aún, cualquier pecado convierte al hombre en «adorador de un idolo». Con palabras del Concilio Vaticano II el ateísmo es «un fenómeno secundario», degradado, como el avinagramiento del buen vino religioso. Lo mismo puede decirse del animismo, fetichismo, dinamismo o magia, totemismo, etc.

La pluralidad de religiones, respuesta de la pregunta: ¿Cómo es Dios?

Es fácil saber que alguien viene o que Dios existe, pero resulta dificultoso precisar quién es el que viene o cómo es Dios. Pues nuestro conocimiento de lo divino es analógico (en parte acertado, en parte no), no unívoco (lo que tiene igual naturaleza que otro ser o lo dicho de dos o más seres con el mismo significado). Quien ve unas huellas sobre la nieve o en la arena de la playa deducirá qué clase de animal, etc., las ha impreso por la analogía con los seres conocidos. Pero «a Dios nadie lo ha vista jamás», dijo San Juan. Por eso, cuando tras la muerte veamos a Dios «cara a cara como realmente es» (I Cor 13, 12), sin el velo de la razón y de la fe, quedaremos como desbordados par la infinitud divina y extasiados.

CATECISMO

CAPÍTULO SEGUNDO
DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

50 Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina (cf. Cc. Vaticano I: DS 3015). Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo.

jueves, 11 de noviembre de 2010

EL CRISTIANISMO

El cristianismo es una religión monoteísta de orígenes semíticos que se basa en el reconocimiento de Jesús de Nazaret como su fundador y figura central. Sus seguidores creen que Jesús es el hijo de Dios, así como el Mesías (o Cristo) profetizado en el Antiguo Testamento, que murió para la redención de los pecados del género humano, y que resucitó después de su muerte.
Dentro de sus textos y escritos sagrados, comparte con el judaísmo el Tanaj, el cual constituye, junto con la Biblia Septuaginta (más antigua que el Tanaj en su forma actual), la base y la fuente para el Antiguo Testamento de las diferentes Biblias. Por este motivo es considerada una religión abrahámica junto con el Judaísmo y con el Islam.
Sus inicios datan de la primera mitad del Siglo I de la Era Cristiana. (Ya desde el siglo XX, algunos estudiosos no toman como fecha incontrovertible el año 33 d.C. para la muerte de Jesucristo. Sugieren que hay un desfase de 4 a 8 años entre el inicio del cómputo de la Era cristiana y la fecha precisa del nacimiento de Jesús de Nazaret, llamado Cristo.[1] Y en adición a esto, no hay clara certeza ni consenso entre estos autores de que éste haya muerto a la edad de 33 años, tal como algunos textos bíblicos parecen mostrar. Confróntese al respecto Jn 2:20, Jn 8:57 y Lc 3:23)[2] En sus primeras décadas, el cristianismo era considerado como una doctrina sectaria más entre las tradiciones judías e israelitas, al igual que otros cuerpos de ideas y creencias de esa parte del mundo.[3] Desde que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio romano en el siglo IV, ha influido de manera significativa en la cultura occidental y en muchas otras. En la actualidad posee más de 2.100 millones de fieles,[4] o cerca de un tercio de la población mundial, siendo la religión con más seguidores del mundo.
La palabra "cristianismo" proviene del griego χριστιανός, christianós, cristiano, la cual a su vez proviene del nombre propio Χριστός, Christós, Cristo, traducción del hebreo "Mesías" que significa "Ungido". El origen del término se indica en el libro de Hechos de los Apóstoles:

jueves, 4 de noviembre de 2010

HALLOWEEN

Halloween o Noche de Brujas es una fiesta que se celebra principalmente en Estados Unidos en la noche del 31 de octubre. Tiene origen en la festividad celta del Samhain y la festividad cristiana del Día de todos los santos. En gran parte, es una celebración secular aunque algunos consideran que posee un trasfondo religioso. Los inmigrantes irlandeses transmitieron versiones de la tradición a América del Norte durante la Gran hambruna irlandesa de 1840.[1]
La palabra Halloween (AFI /ˌhæl.əʊˈiːn/) es una derivación de la expresión inglesa All Hallows' Eve[2] (Víspera de Todos los Santos). Se celebraba en los países anglosajones, principalmente en Canadá, Estados Unidos, Irlanda y el Reino Unido. La fuerza expansiva de la cultura de EE. UU. ha hecho que Halloween se haya popularizado también en otros países occidentales.
El día se asocia a menudo con los colores naranja y negro y está fuertemente ligado a símbolos como la Jack-o'-lantern. Las actividades típicas de Halloween son el famoso truco o trato y las fiestas de disfraces, además de las hogueras, la visita de casas encantadas, las bromas, la lectura historias de miedo y el visionado películas de terror.