jueves, 9 de junio de 2011

CÁRITAS

Cuando fuimos a la visita a caritas , aprendimos varias cosas que nos pueden cambiar la vida a mejor.
Y hemos visto que caritas no es como pensábamos, sino que en vez de dar comida a los necesitados asi como asi, pues les ayudaban a subsistir, de otras maneras, y les ayudan a buscar trabajo, o a ir a formarse en escuelas, tanto adolescentes, como adultos. también se enseña, que los problemas no se resuelven solos, sino que se resuelven mucho mejor con compañia, y de eso se encarga cáritas, en dar el bien a los demas ya sea, para comer en el dia a dia, para dejar la droga, o muchos otros problemas.

jueves, 19 de mayo de 2011

TRABAJO

¿El trabajo es un derecho de todos los seres humanos? ¿Estás de acuerdo con que el trabajo es un bien para todos y el paro es un mal? ¿Lo que dice Juan Pablo II en este texto sirve para todos, sean cristianos o no? 
Si, es un derecho de todos. Si, estoy completamente de acuerdo. Si, sirve para cualquier persona, de cualquier religion, o etnia.


¿Es un trabajo el que no está remunerado como el de un ama de casa o un voluntario? ¿Se te ocurre algún otro trabajo por el que no se cobre?
Si, es un trabajo aquel que se paga adecuadamente, como el que no. El ayudar a los demas voluntariamente, conmo los voluntarios de la JMJ.
 


¿Estudiar se puede considerar un trabajo en tu caso?
Si, en ese momento no se cobra, pero te sirve para tener un trabajo mas adelante, es una preparacion de la vida laboral.
 

jueves, 5 de mayo de 2011

Los valores del deporte

Las virtudes de la doctora Eider Elizegi, bajo mi punto de vista, es la sencillez, y el valor que tiene dejar un trabajo tan importante, como es el suyo, para irse a la montaña, viajando y viviendo en una furgoneta. Aveces te enseña mas tener pocos recursos, que otras muchas cosas.

EL TRABAJO Y EL CRISTIANO

JUAN PABLO II escribió un documento sobre el trabajo, llamado Laborem exercens. Veamos algunas de sus palabras:

La intención fundamental y primordial de Dios respecto del hombre, que Él «creó... a su semejanza, a su imagen»,15 no ha sido revocada ni anulada ni siquiera cuando el hombre, después de haber roto la alianza original con Dios, oyó las palabras: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan»,16 Estas palabras se refieren a la fatiga a veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo humano; pero no cambian el hecho de que éste es el camino por el que el hombre realiza el «dominio», que le es propio sobre el mundo visible «sometiendo» la tierra
Esta fatiga es un hecho universalmente conocido, porque es universalmente experimentado.
Lo saben los hombres del trabajo manual, realizado a veces en condiciones excepcionalmente pesadas. La saben no sólo los agricultores, que consumen largas jornadas en cultivar la tierra, la cual a veces «produce abrojos y espinas»,17 sino también los mineros en las minas o en las canteras de piedra, los siderúrgicos junto a sus altos hornos, los hombres que trabajan en obras de albañilería y en el sector de la construcción con frecuente peligro de vida o de invalidez. Lo saben a su vez, los hombres vinculados a la mesa de trabajo intelectual; lo saben los científicos; lo saben los hombres sobre quienes pesa la gran responsabilidad de decisiones destinadas a tener una vasta repercusión social. Lo saben los médicos y los enfermeros, que velan día y noche junto a los enfermos. Lo saben las mujeres, que a veces sin un adecuado reconocimiento por parte de la sociedad y de sus mismos familiares, soportan cada día la fatiga y la responsabilidad de la casa y de la educación de los hijos. Lo saben todos los hombres del trabajo y, puesto que es verdad que el trabajo es una vocación universal, lo saben todos los hombres.
No obstante, con toda esta fatiga —y quizás, en un cierto sentido, debido a ella— el trabajo es un bien del hombre. Si este bien comporta el signo de un «bonum arduum», según la terminología de Santo Tomás;18 esto no quita que, en cuanto tal, sea un bien del hombre. Y es no sólo un bien «útil» o «para disfrutar», sino un bien «digno», es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta. Queriendo precisar mejor el significado ético del trabajo, se debe tener presente ante todo esta verdad. El trabajo es un bien del hombre —es un bien de su humanidad—, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido «se hace más hombre».

jueves, 17 de marzo de 2011

CARDENAL CISNEROS

Nació en Torrelaguna[1] en 1436, hijo de hidalgos pobres. Posiblemente fue enviado a la cercana villa de Alcalá de Henares en su adolescencia a hacer estudios de gramática; los continuó en el Colegio Mayor de San Bartolomé en Salamanca; de allí pasó a Roma en donde fue ordenado sacerdote.
Tras el fallecimiento de su padre regresa a España y consigue el arciprestazgo de Uceda, enfrentándose con el arzobispo de Toledo, lo que significó el encarcelamiento de don Gonzalo por el arzobispo Carrillo durante algunos años. A pesar de su reclusión, Cisneros no renunció a su cargo, en el que fue mantenido por el cardenal Gónzalez de Mendoza, aunque el encierro debió de durar poco tiempo según se deduce en algunas biografías, pues poco después, en 1478, Cisneros era capellán mayor de la catedral de Sigüenza.
Sufrió una profunda crisis espiritual que le llevó a entrar en la orden de los franciscanos; fue entonces cuando sustituyó su nombre de Gonzalo por el de Francisco en honor a San Francisco de Asís. Se encerró en el convento de la Salceda y durante siete años llevó una vida monacal.
De allí lo sacó la Reina Isabel (Isabel la Católica) en el año 1492, tras convencerle de que aceptara ser su confesor, siguiendo los consejos del entonces arzobispo de Toledo, el cardenal González de Mendoza, primer protector de Cisneros.
Fue nombrado provincial de la orden franciscana y acometió en ella una profunda reforma; más tarde reformó el clero secular.
A la muerte del cardenal Mendoza en 1495, fue nombrado arzobispo de Toledo, lo que en la Baja Edad Media era ostentar el mayor poder tras La Corona, al ser Primado de España.

Personaje político

Isabel la Católica tuvo en Cisneros no sólo un confesor, también un consejero. Al morir la reina, Juana I de Castilla y su esposo Felipe de Habsburgo fueron nombrados reyes de Castilla. El 24 de septiembre,[2] un día antes de la muerte de Felipe I, los nobles acordaron formar un Consejo de Regencia interina para gobernar provisionalmente el reino[3] presidido por Cisneros y formado por el Almirante de Castilla, el Condestable de Castilla, Pedro Manrique de Lara y Sandoval duque de Nájera, Diego Hurtado de Mendoza y Luna duque del Infantado, Andrés del Burgo embajador del Emperador, y Filiberto de Vere, mayordomo mayor del rey Felipe.[4] [5] La nobleza y las ciudades contendieron acerca de quien debiera desempeñar la Regencia pues unos querían al emperador Maximiliano y otros a Fernando el Católico. Sin embargo la reina Juana trató de gobernar por sí misma, revocó e invalidó las mercedes otorgadas por su marido, para lo cual intentó restaurar el Consejo Real de época de su madre.[2] [6]
Sin consultar a Juana, Cisneros acudió a Fernando el Católico para que regresara a Castilla.[7] Pero a pesar de los intentos de Cisneros, nobles y prelados, la reina no reclamó a su padre para gobernar[8] y de hecho llegó a prohibir la entrada del arzobispo a palacio.[9] Para dar legalidad al nombramiento de regente a Fernando el Católico, el Consejo Real y Cisneros buscaron encauzar el vacío de poder con la convocatoria de Cortes, pero la reina se negó a convocarlas, y los procuradores abandonaron Burgos sin haberse constituido como tales.[10]
Tras regresar de tomar posesión del Reino de Nápoles, Fernando el Católico se entrevistó con su hija el 28 de agosto de 1507,[11] y volvió a asumir el gobierno de Castilla. En diciembre de 1509 pactó con el emperador la renuncia de las pretensiones imperiales de regencia en Castilla, y en las Cortes de 1510 le ratificaron como regente.[12]
Agradecido con Cisneros, el Rey Católico le consiguió el capelo cardenalicio. Entre 1507 y 1516, aun con extremadas dificultades, Cisneros y el rey Fernando consiguieron devolver un tanto el prestigio que la monarquía había perdido.[13] Se renovó el entusiasmo conquistador, desempeñando Cisneros un papel importante en conquista de Orán, al igual que en los tiempos de Isabel la Católica había participado de manera activa en la conquista de Granada.
Muerto Fernando el Católico, por disposición testamentaria, Cisneros queda constituido nuevamente como Regente del Reino de Castilla hasta que el joven príncipe Carlos, que se encontraba entonces en Flandes, viniera a España para ocupar el trono. En esta etapa de casi dos años, Cisneros, que contaba ya con ochenta años, mostró de unas dotes políticas y una habilidad para gobernar extraordinarias. Supo hacer frente a un clima interior extremadamente inestable, con los nobles castellanos ávidos de recuperar el poder perdido, así como a las intrigas de los que pretendían sustituir en el trono español a Carlos por su hermano Fernando, que había sido educado en España por Fernando el Católico. Los acontecimientos se desbordaron y Carlos fue proclamado en Bruselas rey de Castilla y Aragón en un acto que se podría asemejar a un golpe de Estado, pues la reina legítima era Juana y nadie había proclamado su destitución. Sin embargo, Cisneros se advino a los hechos de Bruselas y envió emisarios a Flandes urgiendo la inmediata presencia de Carlos como único medio de parar las inquietudes de rebelión que corrían por el reino. Así pues, de facto había dos gobiernos: el de la corte de Bruselas y el de Cisneros en Castilla.[14]
Cisneros murió en Roa cuando se dirigía a recibir al futuro Carlos I de España.

LABOR DE CARDENAL CISNEROS
Durante su vida participó, en mayor o menor medida, en todo lo que se hizo durante el reinado de los Reyes Católicos y contribuyó de forma decisiva a la configuración del nuevo estado. Reformó la vida religiosa que había caído en una gran relajación moral y una variedad intelectual. Supo ver que toda renovación empezaba por la educación y, sin ser un erudito, fundó en Alcalá de Henares una de las instituciones que más ha influido en la cultura española: la Universidad Complutense de Madrid.
Frontispicio original de la Biblia políglota complutense, portando los escudos de armas de Cisneros.
La universidad fue fundada en el año 1499 a partir del antiguo Studium Generale de Alcalá de Henares, del que Cisneros fue alumno. La Universidad Complutense fue la primera universidad renacentista, humanista y universal. Cisneros fue consciente de la transcendencia de su fundación y no escatimó esfuerzos para dotar a su Colegio del marco urbanístico adecuado, de una buena financiación y de los mejores maestros de la época, por lo que la villa de Alcalá de Henares se vio enormemente beneficiada con ello. La primera piedra del edificio que lo albergaría la puso Cisneros el 14 de marzo de 1501; en 1508 comenzaron las clases y en 1510 dotó a su fundación de unas Constituciones. Cisneros dotó a la nueva Universidad de Alcalá con una magnífica biblioteca, donde un elevado porcentaje de libros versaba sobre ciencias naturales.
Además sustituyó el deteriorado templo medieval de San Justo por un bello edificio gótico. Se trata de la Iglesia Magistral de Alcalá de Henares (actualmente Catedral Magistral) situada en pleno centro de la ciudad, en la que se encuentra actualmente enterrado. No obstante, su rica sepultura obra de Domenico Fancelli se encuentra hoy día en la capilla de San Ildefonso, adscrita al antiguo Colegio Mayor del mismo nombre.

jueves, 10 de marzo de 2011

HAWKIN

 Hawking tiene toda la razón del mundo. No soy físico, pero me inclino a pensar que está en lo cierto. Los milagros no entran dentro del objeto propio de la física teórica, que es lo que parece dominar Hawking. En la práctica, sí se pueden ver los milagros. Dios los hace para que se vean. Que resucite un muerto es un hecho observable mediante los sentidos, y ha sucedido más de una vez, como constatan los Evangelios históricos en el caso de Lázaro, el hijo de la viuda... y hay muchos otros hechos milagrosos acontecidos y certificados a lo largo de los siglos, constatados incluso por científicos con el Nobel. Son hechos indeducibles a partir de leyes físicas; son intervenciones libres de Dios en la historia, en el espacio y el tiempo. No tienen “lugar” entre las leyes físicas. Ni la existencia de Dios ni su libertad, ni siquiera la libertad de las personas son hechos físicos deducibles de las leyes que rigen el universo material. Incluso el "ser" mismo de la persona es más que el "ser" del cosmos. Nuestra libertad es una experiencia viva. Quizá Hawking no ha reflexionado sobre ello y por eso cree que la libertad, pese a la evidencia, no existe y que todo está predeterminado por la materia. Hawking hace un acto de fe humana colosal en las posibilidades de lo material. Cierto que son maravillosas. Y ello es posible porque tienen lógica, son en muy buena medida predecibles, y por lo mismo son inteligibles y es posible la ciencia física.
Ahora bien, si el universo tiene lógica, hay un logos, una razón, una inteligencia fundante, a no ser que creamos en el cuento del caos como principio del orden, del azar como principio de la necesidad y de lo estrictamente increíble como negación de la Inteligencia Suprema. Superstición, decía el premio Noble John Eccles, que es todo ese galimatías de "círculos cuadrados", quiero decir, de contradicción en los términos. Las cosas son complejas pero más sencillas de lo que quiere establecer el ateísmo. Lo inteligible no crea inteligencia, la supone, si no, no sería inteligible.
Hawking parece creer que el cosmos no tiene inteligencia fundante. Entonces, la lógica del universo, que hace posible la ciencia cosmológica, carecería de fundamento racional. Tendríamos que asirnos a la lógica materialista. ¿Con qué fundamento? ¿Sin ningún fundamento racional? ¿Con un "porque sí"? Esto sería el acta de defunción de la ciencia.

Por otro lado, ¿hay alguna razón - razón, digo, logos, lógica, principio y fundamento- que demuestre la no existencia de Dios? ¿Cómo podría demostrarse? Sólo si se tiene de Dios una idea contradictoria: yo me formo una idea contradictoria de Dios y luego digo: Dios es contradictorio en sí mismo, luego Dios no puede existir. Es lo que hizo por ejemplo, Sartre, como parece hacer Hawking y tantos otros. El famoso Dios “tapa-agujeros”. Claro es que no existe un Dios tapa-agujeros. Eso es un constructo humano. Pero ese Dios no es el Dios vivo que se ha autorevelado en la tradición judeocristiana, ni el llamado por Pascal "Dios de los filósofos". Yo creo en Dios Padre Todopoderoso creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible, de los físicos y de los filósofos. ¡De lo invisible también! Como los microbios increíbles ¡invisibles! de Pasteur, ¿recuerdan? No le creían porque nadie los había visto. Hawking no ha visto milagros. Otros los han visto. La Física no contempla entre sus objetos a Dios. PORQUE NO ES UN OBJETO FÍSICO, como las almas inmortales, como los ángeles, espíritus puros, como el pensamiento libre que puede negarse a sí mismo en una letal pirueta circense. ¿Porque esas otras realidades no son visibles, experimentables, reproducibles en el laboratorio? Porque son superiores a las físicas. Por poner un ejemplo pobre pero ilustrativo: el planeta Marte no se puede ver con un microscopio, porque es mucho más grande que el campo del microscopio.
En cambio hay una ciencia que Hawking parece desconocer, porque cree que todo es física, como el zapatero que pensara que toda la ciencia es zapateril; como si no hubiera otros modos y métodos, otras ciencias aptas para acceder a la realidad. Justamente hay una ciencia que viene cultivándose hace más de 25 siglos y atiende por el nombre de «metafísica»: «meta-física». En informática se habla de "meta-datos". "Meta", lo que no se ve a simple vista, sin ser esotérico, está ahí, en las páginas web, en los blogs, al alcance de todos los buscadores, hace posible la búsqueda eficaz, el encuentro de los datos. La ciencia física es posible porque hay otra ciencia, que incluso a nivel elemental poseemos todos, la "meta-física". Es ésta la ciencia que reflexiona sobre los principios que la física y las demás ciencias empíricas no pueden justificar, pues, como es lógico, los dan por supuestos.  Es la ciencia del “ser” y de los primeros principios del “ser”.
Sé que un sector amplio de la intelectualidad contemporánea, por razones que ahora no vamos a explorar, niega la posibilidad de la metafísica. Pero entonces físicos y no físicos tendríamos que eliminar de nuestro vocabulario, e incluso borrar de nuestra mente, todo lo que esté involucrado con el verbo «ser», incluso el ser de Hawking y el de su física, el ser de este planeta y el del universo entero.
Hay cinco vías clásicas, metafísicas, que muestran la existencia de Dios, origen incausado de todas las causas habidas y por haber. Otra historia es que no se estudie metafísica, pero concluir, concluyen. Y hay muchos más argumentos. La misma libertad personal no es el menos relevante.
La Ciencia con mayúscula es algo grande, toda ciencia es manifestación de la categoría del ser humano creado a imagen de Dios. Pero el científico se empequeñece, se convierte a sí mismo en un personaje irrisorio cuando pretende saberlo todo por medio de “su” ciencia, siempre escasa comparada con el caudal de conocimientos de tan diversa índole con que contamos en nuestro tiempo, incluida la herencia de pensadores de hace veinticuatro o veinticinco siglos, cuyo índice intelectual era probablemente superior al de la inmensa mayoría de los llamados intelectuales de hoy.
El tiempo es relativo, siempre corto, para todos. La materia es muy precaria. La suma de precarios no hace necesidad sostenida y sostenible. La suma de falsedades no hace verdad… Ojalá algún día no lejano, Hawking se dé cuenta, si no lo ha hecho aún, de que la gran Física tiene un Señor infinitamente más grande, el Señor del universo, libre de intervenir en el cosmos sin necesidad de pedir permiso a físicos o filósofos.

El Cuaresma

El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. Elayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de lalimosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.